
"Se estaba portando bien hasta que llegaste tú". ¿Te suena esta frase? Si eres madre, probablemente te la habrán dicho en alguna ocasión en la que tu hijo se quedó al cuidado de otra persona y en la que, casi como por arte de magia, cambió drásticamente su comportamiento al verte.
Resulta que tu hijo, quien estaba tranquilo y amigable unos momentos antes, parece transformarse en el instante en que te volvió a ver, a veces estallando en llanto y en otras comportándose de manera rebelde o, como dirían muchos, 'mal'.
"Es porque lo tienes muy mimado" o "No sabes ponerle límites", son algunas de las frases que nos dicen al ver ese cambio en ellos. Pero la razón detrás de ello no podría estar más alejada de lo que asumen esos comentarios.
No es que tu hijo se porte 'mal'
Lo primero que debemos entender es que eso a lo que los adultos llamamos 'mal' comportamiento, muchas veces no lo es. Viéndolo desde nuestra perspectiva adulta, podemos pensar que los niños se portan 'mal' al no estar quietos o hacer lo opuesto a lo que les pedimos o decimos.
Pero como ya lo hemos explicado en diversas ocasiones, eso que a nosotros nos puede parecer 'mal' comportamiento puede ser muchas otras cosas más: desde no saber cómo comunicar sus emociones hasta sentirse estresados o sobreestimulados.
Hablando específicamente de la situación en cuestión, cuando los niños mágicamente se transforman 'de bien a mal' al volver a ver a su madre (o cuando han estado fuera de su hogar y vuelven a él), esto tiene más relación con el apego y el bienestar emocional que con las teorías y asunciones de los demás.
Entonces, ¿por qué se porta así solo conmigo?
La respuesta es muy sencilla: porque tú eres su lugar seguro. Lo sé, puede ser sorprendente e incluso puede ser absurdo escuchar esto. No tiene sentido que digamos que se porta 'mal' porque está con su persona de confianza. Pero así son las cosas.
En este caso sucede algo similar a lo que hablábamos recientemente sobre el colapso de restricción. Tu hijo sabe que mientras está con otras personas o en otros ambientes, especialmente en aquellos en los que tú no estás, se espera que se comporte de cierta manera.
Así que todo el tiempo que se encuentre en esa situación, hará lo posible por cumplir con las indicaciones que solemos darles en esos casos al despedirnos de ellos: hazle caso a tu abue, no vayas a hacer tal cosa, recuerda ser amable, etcétera.
¿Y qué ocurre cuando nos vuelven a ver? Pues que finalmente pueden dejar de contener todas esas emociones que han tenido durante las horas que han estado sin nosotros y se desbordan en sentimientos al vernos y sentirnos junto a ellos.
Algunos niños rompen en llanto porque extrañaban a mamá, mientras que otros hacen una rabieta porque sienten que han pasado demasiado tiempo sin estar cerca de ella o porque ha pasado algo que no les ha gustado y ella no estaba con ellos. La razón puntual y el comportamiento pueden cambiar de niño a niño, pero todas tienen que ver con el apego hacia su madre.
¿Pasa solo con las madres?
Aquí hemos hablado principalmente sobre las madres, pero esto no significa que nunca pase con el padre. Sí que puede llegar a pasar, pero en la mayoría de los casos es con la madre. Y la ciencia y la psicología nos explican el por qué.
En primer lugar, porque tradicionalmente y en la mayoría de las familias, la persona que suele pasar una mayor cantidad de tiempo con los hijos es la madre. El simple hecho de que pasen más tiempo con nosotras hace que veamos con mayor frecuencia este tipo de comportamientos.
A mayor cantidad de horas con los hijos, mayor es la diversidad de emociones que experimentan y que intentarán comunicarnos, a veces de manera exitosa (hablando, dibujándolas, pidiendo un abrazo) y otras no tanto (llorando, teniendo rabietas).
Por otro lado, el que pasen más tiempo con las madres no solo le hace su cuidadora principal: también es la persona con la que crea un vínculo más fuerte. Como sabemos, desde el embarazo se forma un lazo importante entre madres e hijos, y la convivencia frecuente durante los primeros años de vida fortalece ese apego entre ambos.
En segundo lugar, hay que destacar que la forma de criar de las madres es distinta a la de los padres. De acuerdo con un estudio, las madres suelen ser más amorosas y dar mayor acompañamiento emocional a los hijos, mientras que los padres están más enfocados al juego y la exploración.
Esto coincide con lo reportado en una encuesta de Pew Research, en la que se analizaron las diferencias en la crianza de las madres con la de los padres. Sus resultados revelan que la mayoría de las madres son las encargadas de proveer confort y apoyo emocional a sus hijos, mientras que los padres suelen apoyarles en actividades que no están directamente relacionadas con lo emocional.
Naturalmente, si en una familia el padre o los abuelos son quienes comparten más tiempo con los niños, y además son quienes dan ese apoyo emocional, este comportamiento se verá más en la convivencia con ellos.
Resumiendo, así como nosotros los adultos nos desahogamos y lloramos con nuestras personas más cercanas, los niños suelen portarse 'mal' con las madres porque son la persona a la que le tienen más confianza y con la que se sienten en mayor libertad de expresar lo que sienten, de la manera que les es posible.
Foto de portada | Ron Lach en Pexels